miércoles, 19 de agosto de 2009

Un niño, un día, un disco. ( Nota diario El Eslabón)

Sebastián Viamonte engendró una formación a la que llamo el Tano y Los San Titos Desvelados. Casi sin querer dio a luz un disco elegido por Ediciones Municipales Rosarinas: El Hombre Alumbrado. El Tano Viamonte comparte su música y sonríe. Por JUAN PABLO DE LA VEGA.

Nos reencontramos con el Tano Viamonte, músico con quién hablamos sobre numerosos aspectos y pequeños detalles del estrenado trabajo discográfico de su propia autoría; y con factura y acompañamiento de la agrupación Los San Titos Desvelados. Sebastián, el muchacho en cuestión, encuentra a la música en los recuerdos más primitivos de su mente. Ya desde los cuatro golpeaba el bombo en reuniones de adultos entre beatles, vinos y folclore. Su padre Hugo tocaba en una banda fundacional de Peréz promediando los sesenta llamada The Workers, contemporánea de Los Gatos Salvajes y Green Cats, entre otras, mientras su madre amamantaba una creciente biblioteca. Las atmosfera hogareña impregnada de vibraciones y ármonias entusiasmaba al "Tanito", que más tarde le robaría la guitarra a su padre para empezar a experimentar sus primeras canciones.
A los 19 años se escapo a Capital Federal y compartió escenarios con músicos destacados, entre ellos, " el violín del rock" el rosarino Jorge Pinchevsky, aquel que experimentara la convivencia en la Cofradía de la Flor Solar. Ya devuelto al pago, el Tano integró una banda que dejó buenos recuerdos en la ciudad allá por el 2000: Lanzallamas. Luego vendría Que Discazo¡, un material que grabó en soledad y que repartió-sin copias, solo matrices originales-entre sus amigos, y de mano en mano. En 2006, después de algunos años de estar tocando y cambiando bateristas, el Tano grabó Bola de Ego con Juan Barrilete, el grupo perecino que sorprendió con su filoso grunge y contundente lírica firmada por el propio Viamonte.
Finalmente y luego de "cambios obligados" en su vida, el Tano extrae de su vientre un trabajo despojado, espontáneo, humano y lejos de la distorsión. El hombre alumbrado es un disco que transmite tranquilidad, es un disco hippie, como el mismo lo define. Es primordialmente acústico, para acunarse y digerir de a poco. Con una idea como semilla que lo transforma en conceptual.

LÍRICA DE LO ESPONTÁNEO:
Después de escribir las letras y con un puñado de melodías, el Tano visito los estudios Berimbau, entre la primavera de 2007 y marzo de 2008, en la casa de Juanjo Caporali quién toca la viola acústica y mete coros en los San Titos. Allí se reinio con amigos con la única pretensión de divertirse y comerse un asado cuando culminara la grabación, ya que "el disco no estaba pensado para ser editado" dice el compositor. Se sumaron a este banquete musical, Pablo Losno en batería-compañero del Tano y Gustavo Lorenzatti en un viejo grupo llamado Trifulca-, Willy Torres y Lisandro Falcone en bajo, el Taka Carlesso en batería y Pejerto en armónica lisérgica. Pero no solo lo poético está unido por un cordón invisible. El no-plan, la libertad a los músicos dentro de los temas, la espontaneidad y la casi nula posproducción le dan una esencia primigenia, fuera de los decibeles explosivos de la actualidad. "Muchos arreglos surgieron justo antes de grabar. Lo que pasa con la superproducción es que la cosa sale más del coco que de la conexión sentimental", apunta el Tano, y agrega: " Además grabaron tipos que tocan hace mil años, que les puedo decir. La orden fue que disfruten y hagan lo que hayan tenido ganas y nunca pudieron hacer".

IMAGENES ACÚSTICAS:
"Escuchese comiendo mandarinas al sol..."reza el depósito del compacto en la caja. Las manos abiertas del Tano con el mencionado fruto y la mirada subjetiva en un horizonte de gramilla son algunas imagenes de la artística a cargo de Cristian Lois. Mientras se descubren más cosas, la musica y las palabras fluyen. El disco amanece con "Átomo de sol" con una mandolina que corre y el Tano que canta "...no tengo plan". Luego sigue la serena "Los járdines", con el especial sonido de las líneas de bajo fretless. El tema "El hombre alumbrado" es el que le da el nombre a la placa:"¡vamos que alumbramos¡, canta el Tano y se despacha con un solo de viola. El disco va creciendo con el pulso alto de "Gallito ciego" y bajara este en la balada "Ángel mojado" tal vez una de las mejores interpretaciones de Viamonte. El bajo fretless aparece otra vez y la guitarra tímida puntea dulces melodías.
Con los coros de unos cuantos amigos entre risas y cervezas, y lo que imagina una turba de gente bajando una montaña, crece Unimno: un manifiesto que hasta se anima al rapeo " el perverso lan que vas a acariciar sino te desvelas" parece aconsejar. El tema 7 en realidad es el ocho por enroque, emerge como manantial, se llama Circular, Redondo, Sin fin...y luce la tabla hindú de Sebastián Urresti, con un cierre hipnótico. Le sigue la reencarnada y cálida "Recuerdo de vidas pasadas" con elegantes violines tocados por el propio Viamonte, parece ser una canción de cuna intercambiada del hijo a la madre. Luego escupe fuera la áspera "Nene cardo" y se despide con una armónica y una guitarra con aires flamencos. "Relato" es melancólica, desértica e instrumen tal, un berimbau es la vedette. El miedo a la naturaleza con la que el hombre siempre se conmovio se hace carne en "Nueces", donde un nogal atormenta al niño de esta historia. "Están las tibias nueces que te asustan....buuuu...." se canturrea entre coros. El disco dormita en su última pieza, "Fracaso de canción de cuna", una bella dialéctica no apta para sensibles de moco fácil.

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